Uno de los grandes retos a los que se enfrenta el comercio marítimo mundial es la evolución de la economía en China. La cancelación de la política COVID-Cero por parte del Gobierno ha abierto las puertas a un aumento de su actividad industrial, aunque presenta varias incógnitas que van a ser fundamentales en el devenir del shipping global.

El contexto macroeconómico y el papel de China en las cadenas globales de suministro se encuentran en un cambio de paradigma. El sector inmobiliario nacional, que en épocas anteriores ha sido un fuerte factor de crecimiento y vector de acumulación de riqueza, ha entrado en un ciclo deflacionista, con la quiebra de varios grandes constructores inmobiliarios como señal de alarma.

A esto hay que sumar que los responsables de la cadena de suministro, sobre todo de compras, están reevaluando gradualmente su estrategia en China y buscando opciones y alternativas de deslocalización, un tendencia iniciada por la irrupción de la pandemia sanitaria y que ha cogido fuerza en los últimos meses como consecuencia de la inestabilidad internacional provocada por la guerra en Ucrania.

Además, China padece en estos momentos una crisis demográfica con tasas de natalidad deprimidas, de modo que el envejecimiento de la población tendrá notables consecuencia con respecto a la demanda interna y la disponibilidad de mano de obra.

Así lo expuso recientemente el experto en Geografía del Transporte y profesor de Hofstra University (Nueva York), Jean-Paul Rodrigue, durante su intervención en el seminario de presentación del informe anual del Valencia Containerised Freight Index (VCFI) correspondiente a 2022, y que elabora la Autoridad Portuaria de Valencia y la Fundación Valenciaport.

La descarbonización de la industria marítima es un reto que se lleva afrontando desde hace tiempo, pero que en el contexto actual cobra especial relevancia. Para los recintos portuarios, representa un riesgo menor, ya que implica sobre todo la electrificación de los equipos, la estructura de los activos y el ciclo de vida en la industria marítima. En el caso del transporte marítimo, los riesgos son mayores, ya que conllevan fuertes inversiones en activos de buques con una nueva tecnología de propulsión y combustibles relacionados.

Además, indicadores clave como el ESG (Enviromental, Social & Governance) impulsan medidas de asignación de recursos. Teniendo en cuenta el nivel de emisiones de carbono de la industria, que es inferior al 5% del total mundial, “los riesgos son elevados y los beneficios relativamente bajos”, afirma el experto.

La evaluación de la futura demanda mundial y regional sigue siendo un reto permanente para la industria marítima. Una evaluación incorrecta de la demanda del mercado y del potencial de crecimiento puede dar lugar a un exceso de capacidad o a una escasez de la misma. El despliegue y el aumento de capacidad pueden tardar de dos a tres años en hacerse realidad una vez tomada la decisión de invertir, y cualquier cambio significativo del mercado puede ser un factor de riesgo.

Por otro lado, la aplicación de las tecnologías de la información en el sector marítimo, especialmente en lo que respecta a las transacciones y la documentación, ha experimentado un cambio de paradigma desde 2020. Hay beneficios innegables relacionados con la eficiencia de las transacciones, incluyendo la precisión y la transferibilidad, pero también están surgiendo nuevos retos. Todo el mundo recuerda la retirada de su plataforma TradeLens debido principalmente a problemas de colaboración entre los diferentes participantes en la cadena logística.

Fuente: Diario del Puerto